
Ahora tampoco le importaban mucho estas felices coincidencias. Comprendió que la vida es una sucesión de cruces de caminos por la que desfilan sombras familiares de viejos desconocidos y nítidas figuras de nuevos conocidos. En cada encrucijada quedan atrás los recuerdos, una pequeña parte de lo que fuimos, mucho de lo que pudimos haber sido.
El rostro familiarmente desconocido se le escapó en su propio pensamiento. Aprovechó para regodearse en la duda de la decisión. Miró hacia la derecha. Ese camino parecía desierto. No dudó. Caminó decidido. Todos saben que los cruces de caminos nunca retroceden y siempre nos devuelven a la senda que nunca debimos haber abandonado.
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