domingo, 16 de noviembre de 2014

La independencia


"Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos. Y no te necesito. Tampoco tú tienes necesidad de mí. No soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo..." 
(El Principito, Antoine de Saint-Exupéry)

A veces es difícil definir el proceso por el que necesitamos algo o cómo llegamos realmente a convencernos de que lo necesitamos. Todos necesitamos algo y a alguien en algún momento, aunque sólo haya sido esos momentos iniciales de completa indefensión de nuestras vidas. Pero más allá de ello está la necesidad de necesitar, de creer que al otro lado del frío código numérico hay un corazón que palpita y unos pulmones que respiran como los nuestros. Es esa oscura necesidad humana de encontrar un espejo en unos ojos que no son los nuestros, de rendir nuestra insuperable soledad del privilegio de ser únicos para dedicarla a los altares de la empatía.

Y es curioso cómo nos asaltan estos pensamientos, sin más. Porque esa necesidad del otro aparece cuando desaparece, es un constante refugio de la ausencia, como el pez que se ahoga al estar saturado de oxígeno, así la necesidad aflora al estar rodeada de ausencia. Pero siempre estuvo allí. Porque en realidad no necesitamos, sino que necesitamos necesitar, deseamos revivir ese instante que nos hace ser menos únicos, menos nosotros mismos, menos increíbles, para ser simplemente uno más reflejado en las pupilas que te miran.

Ahora, en este preciso instante en que las palabras exhalan de la yema de mis dedos para convertirse en éther cibernético, la necesidad se cuela en mi independencia, en mi haber sido, ser y siendo. Y no soy capaz de responder a la pregunta, fundamental, de si necesito o quiero necesitar, o ni querer quiero. Porque la independencia es un fuerte que cuesta mucho rendir, pero más aún lo es la soledad de unos ojos que miran a un vacío infinito que no le devuelve la mirada, a una estela en el mar de un barco que parte porque nunca nos necesitamos. O porque te necesité, nos necesitamos, y a decir las palabras no nos atrevimos, atorados en un nudo de silencio que nos ahogó por completo, prestos como estábamos a dejar que cada viento llevara a nuestros barcos a distintos puertos.

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