Con el encanto acartonado
de grises impasibles,
de historias poetizadas,
de imposibles hechos
carne y hueso;
con el aroma a café sepia
de sueños caramelizados,
de fotogramas incesantes
de dramas descarnados;
con frescura de senda inexplorada,
de fantasías adornadas
con el celuloide perenne
que no llegará a ser tocado;
con el encanto de cuanto se ama
porque nunca fue probado,
de guiones irrealistas,
de verdaderas aventuras a su lado...
así son las viejas películas,
que, cada cierto tiempo,
vuelven a rodar
por las venas inexpertas
de quienes no las han esperado.
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